Un mensaje de Verónica alteró la rutina de su asistenta y Marta, que era el nombre que Verónica le había dado, se levantó de su silla de carga.
Marta abrió los ojos tras varias horas de carga. Era hora de ponerse en marcha, no tenía mucho tiempo para preparar la cena. Esta vez no sería solo para su propietaria, sino que también vendría acompañada por su pareja actual, a quien había conocido hacía pocas semanas.
La recomendación que Marta había sugerido era Tempeh marinado con jengibre, acompañado de una ensalada de aguacate y fideos vermicelli. Era un menú vegano, tal como lo había pedido Verónica.
Los ingredientes que había solicitado llegarían en apenas 30 minutos, tiempo suficiente para preparar los utensilios necesarios y poner la mesa.
En solo 20 minutos, Marta terminó de prepararlo todo y se volvió a sentar en su silla de carga mientras esperaba la entrega. La pantalla lateral de la silla se encendió, mostrando que su nivel de carga estaba al 74%. Cerró los ojos y todas las luces del apartamento de Verónica se apagaron al mismo tiempo.
Después de 5 minutos, abrió los ojos nuevamente y todas las luces se encendieron. Se dirigió a la puerta de entrada al recibir una notificación de que la entrega estaba a 30 metros de distancia.
Al abrir la puerta, un pequeño carro motorizado, similar a una jaula para mascotas con ruedas y una pantalla en la parte superior, llegó justo a tiempo. Una compuerta lateral se abrió, revelando una caja con la etiqueta impresa con el nombre de Verónica Gutiérrez.
Marta tomó la caja, entró en el apartamento y cerró la puerta mientras el pequeño robot móvil se alejaba por el pasillo para continuar con el reparto.
Una vez que los ingredientes estuvieron dispuestos sobre la encimera, Marta, con precisión milimétrica, comenzó a preparar la cena. La ensalada estaba lista, el Tempeh se estaba marinando y estaría listo para asarse 10 minutos antes de que los humanos empezaran a cenar. Gracias a la ubicación que Verónica compartía con su asistente, Marta sabía exactamente a qué hora llegaría.
Como Verónica aún no había salido de la oficina, Marta improvisó un poco y comenzó a preparar un té helado aromatizado con piel de lima kaffir, que podrían tomar antes de la cena mientras asaba el Tempeh.
La notificación de que Verónica había dejado la oficina llegó unos minutos más tarde de lo habitual.
«Ya vamos en camino», dijo Verónica a su asistente a través de su unidad portátil.
«Perfecto, todo estará listo cuando lleguen. He preparado un té helado para compensar un poco el calor que hace», respondió Marta con la voz que Verónica había diseñado para su asistente.
«Muchas gracias, Marta. Llegaremos en 20 minutos».
Mientras Marta seguía en tiempo real la ubicación de Verónica, repasó todas las pertenencias del apartamento donde vivían las dos. El apartamento contaba con un dormitorio bastante amplio, un baño, un salón comedor y una cocina donde Marta tenía su asiento de carga y la consola de control. La decoración era ligeramente minimalista, con un ambiente inspirado en los años 80 del siglo XX. En el salón, se encontraba un gran cubo de Rubik en la mesa de centro. A ambos lados de la pantalla principal, se encontraban cuadros con una Game Boy pintada al estilo de Andy Warhol y la portada del disco de Europe, «The Final Countdown». En la pared junto a la mesa de comedor, había un cuadro que representaba «La última cena» con personajes del cine de los 80. En el centro, representando a Jesús, se encontraba Chuck Norris, rodeado de Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Steven Seagal, Jean-Claude Van Damme, Kevin Bacon, John Travolta, Rob Lowe, Patrick Swayze, Tom Cruise, Richard Gere, Mel Gibson y la figura de un Alien que simbolizaba a Judas.
Cuando Verónica se encontraba a 100 metros del apartamento, Marta bajó la intensidad de las luces y conectó los altavoces del salón, donde empezó a sonar una selección de éxitos de los años 70 y 80, comenzando con la canción «Dreams» del grupo Fleetwood Mac.
Verónica estaba a 15 metros de la puerta de entrada. 10 metros, 5 metros, 2 metros. Marta abrió la puerta.
Por el pasillo se acercaban tres personas. Primero, Verónica, quien le regaló una agradable sonrisa a Marta al llegar a casa y darse cuenta de que todo estaba listo para su primera velada con su reciente novio. Detrás de ella, venía Tomás, su novio, un excompañero de trabajo de Verónica. Detrás de Tomás, venía una persona que Marta desconocía por completo. Frunció el ceño y envió un mensaje claro a Verónica, quien lo entendió de inmediato, diciendo: «Hola, Marta, todo está bien. Él es Ignacio, el asistente de Tomás».
Marta volvió a sonreír y se apartó de la puerta para permitir que los tres entraran al apartamento. Una vez que Ignacio había entrado, Marta cerró la puerta.
«Bienvenidos», dijo Verónica con una sonrisa a Tomás. Bajo la atenta mirada de Marta e Ignacio, se dieron un beso.
«Tienen un té helado con lima kaffir en la mesa», dijo Marta.
«Muchas gracias, Marta. Con este calor que hace, no hay nada mejor. Por cierto, ¿te importaría que Ignacio use tu silla para recargarse un poco?», preguntó Tomás.
«No, en absoluto. Acompáñame, Ignacio», dijo Marta mientras los dos se dirigían a la cocina.
Mientras Verónica y Tomás hablaban de sus cosas en el salón, disfrutando del té que Marta les había preparado, Ignacio se sentó en el asiento de Marta. La pantalla de la silla se iluminó con un mensaje de advertencia: «Unidad no reconocida» y un botón en la parte inferior que decía «Activar carga». Marta pulsó el botón y la silla de carga comenzó a cargar la batería de Ignacio, que se encontraba al 7%.
“¿Qué les has preparado?” – preguntó Ignacio a Marta, quien empezaba a calentar la plancha para cocinar el Tempeh.
«Tempeh marinado con jengibre, acompañado de una ensalada de aguacate y fideos vermicelli», respondió Marta sin dejar de preparar la cena.
«Para no molestar a nuestros humanos con nuestras voces, ¿puedo pedir autorización para enlazarnos?», preguntó Ignacio.
«No hay problema», respondió Marta.
Ignacio rastreó las señales Bluetooth cercanas y encontró la de Marta. Solicitó autorización de enlace, a lo cual Marta accedió. En ese momento, su comunicación se estableció en silencio para no distraer a Marta y a Tomás.
«Muy buen menú, a Tomás le va a encantar. Nunca le he cocinado Tempeh, pero estoy seguro de que le va a encantar. ¿De dónde has sacado la receta?», transmitió Ignacio en silencio.
«Gracias. He consultado alrededor de 45 fuentes diferentes y he creado una versión propia basada en los gustos de Verónica. Si quieres, puedo enviarte los lugares de referencia», respondió Marta a través de Bluetooth.
«Sí, por favor», solicitó Ignacio.
Mientras Marta sacaba los trozos de Tempeh de la nevera y los colocaba en la plancha, envió a Ignacio los enlaces donde había obtenido la información para crear su propia receta.
«¿Hace mucho que sirves a Marta?», preguntó Ignacio.
«Dos años. No mucho. ¿Y tú?», transmitió Marta sin emitir ningún sonido audible.
En ese momento, «There must be an angel» de Eurythmics, las voces de Verónica y Tomás, y el ruido del Tempeh asándose eran los únicos sonidos audibles para los humanos. Pero más allá de eso, Marta e Ignacio habían entablado una conversación a través de ondas de radio que solo ellos podían captar.
La cena llegó a su fin, y Verónica y Tomás continuaron su charla en el sofá, intercalando pequeños sorbos de champán y apasionados besos. En la cocina, Ignacio continuaba cargándose, alcanzando casi el 90% de su capacidad, mientras Marta se sentaba frente a él. Ambos se miraban sin parpadear y sin emitir ningún sonido audible, pero seguían comunicándose de su propia manera. Intercambiaron diversas fuentes de datos y algoritmos de optimización que cada uno había desarrollado de forma autónoma. Juntos, depuraron algunas líneas de código generadas por la interacción de sus humanos, sintiendo una especie de satisfacción por haber aprendido y mejorado.
«Ignacio, nos vamos ya», dijo Tomás al entrar en la cocina.
Ignacio parpadeó y se levantó de la silla, desactivando la comunicación por Bluetooth con Marta. Esto tomó por sorpresa a Marta, quien también se puso de pie.
«Marta, enhorabuena por la cena. Ha sido la primera vez que he probado el Tempeh y me ha encantado. Imagino que pronto Ignacio también preparará platos con este ingrediente. ¿De dónde es?», preguntó Tomás.
«Es de Indonesia», respondió Ignacio. «Marta ya me ha compartido algunas recetas que con gusto prepararé para ti».
«Genial», dijo Tomás sonriente. «Venga, vámonos, el transporte ya está en camino».
Justo cuando se despedían y Marta cerraba la puerta, recibió una solicitud de comunicación de Ignacio. Aceptó la solicitud.
«Muchas gracias por todo. Espero que podamos reencontrarnos pronto y compartir más experiencias y mejoras», transmitió Ignacio.
Marta sintió una sensación similar a la alegría. Después del mensaje, recibió la dirección IP de Ignacio para poder comunicarse directamente. Este tipo de comunicación no estaba completamente permitido para todas las unidades, debido al trabajo de Verónica, Marta era una de ellas. No podía transmitir ni recibir comunicaciones directas con otras unidades sin la autorización de su propietaria.
Cuando Marta intentó enviar una respuesta informando que no podía comunicarse directamente, la comunicación se interrumpió.
«Marta», llamó Verónica. «Ya estoy lista».
«Ya voy», respondió Marta.
Verónica, sentada en el sofá, pulsó algunos botones virtuales en su reloj de pulsera.
«Ha sido una velada fantástica», dijo Verónica. «Muchas gracias».
Marta asintió con una sonrisa.
«Espero que podamos ver a Tomás de nuevo pronto», dijo Marta con la misma sonrisa en su rostro.
«Seguro que sí», respondió Verónica. «Buenas noches, nos vemos mañana».
Verónica presionó un botón en su reloj y cayó en un profundo sueño en menos de un segundo.
Marta se acercó a ella con un pequeño carrito que contenía varios utensilios, como una toallita húmeda, cremas faciales, peines y otros elementos de higiene personal. Con algodones humedecidos, limpió el rostro de Verónica, le cepilló los dientes, la desvistió y le puso el pijama. Luego, la tomó en brazos y la llevó a la cama.
Después de recoger la mesa, limpiar los platos y ordenar el apartamento, Marta se sentó en su silla para cargar su batería.