Código fuente: Preámbulo

Hoy en día ya no es un secreto que la inteligencia artificial y el aprendizaje automático o «machine learning» combinados con la potencia computacional están dando a la humanidad unos resultados que hace pocos años eran totalmente inimaginables. Hablamos de proyectos como Alphafold donde se han predicho las estructuras de las proteínas, un hito que va a marcar un antes y un después en la cura de enfermedades. Y Juan lo tenía muy claro desde joven.

Sabía perfectamente que los ordenadores cuánticos junto con todos los avances en inteligencia artificial darían con la solución a problemas que sin estos hitos tecnológicos la humanidad tardaría siglos en conseguir y una de esas metas para Juan era encontrar una forma para generar una energía limpia e inagotable cómo la fusión nuclear.

Para eso había puesto en marcha una inteligencia artificial diseñada por él mismo para llevar a cabo esa tarea. Debido a la extrema potencia que requería su proyecto había alquilado varias horas en los mayores centros de cálculo como el Mare Nostrum en Barcelona.

Su financiación venía de diversos frentes, por una parte donaba parte de su salario como profesor de universidad, luego y gracias a su podcast de ciencia había creado una pequeña de red de croudfunding y finalmente una fundación privada le daba el dinero que necesitaba para continuar con sus investigaciones, una fundación que todo sea dicho no parecía muy interesada en los avances de sus experimentos sino más bien en tener una forma para pagar menos impuestos.

Su proyecto empezó a mediados de 2005 y aunque el sistema era totalmente independiente sí que se tenía que encargar de hacer las tareas de programación, rellenar los calendarios de computación y esperar a que un día no muy lejano su inteligencia artificial le empezara dar sus primeras conclusiones.

Habían pasado ya casi 20 años desde que inició el proyecto y hasta la fecha sin ningún resultado. Se sentía como en 1999 con el proyecto Seti@home, el cual formó parte cuando estaba estudiando en la universidad de Berkeley. Tal era su obsesión que había comprado un segundo ordenador sólo para que se encargara de buscar y analizar las señales del espacio exterior captadas por el radio telescopio de Arecibo y soñando que algún día sería el descubridor del primer mensaje extraterrestre llegado a la tierra. Pero nada llegó.

Con su nuevo proyecto sentía lo mismo, pero esta vez sí que llegarían resultados. Resultados que cambiarían su vida así como la del resto del universo.


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