Relato «El día más caluroso del siglo»

EL DÍA MAS CALUROSO DEL SIGLO
por Daniel Aragay
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2013

El día más caluroso del siglo no podía empezar de mejor manera, primero la caravana monumental para salir de Barcelona, el atasco en la C-58 dirección a Manresa y para rematarlo la inhumana cola de turistas que se apelmazaba en la entrada de Montserrat, eso sin contar con el pesado americano que llevaba de turista.

No era mi primera vez que hacia de guía turístico para la compañía en la cual estaba trabajando, pero esa vez era diferente, el turista de turno que me tocaba en esa ocasión también era de San Francisco, venía para implementar nuevos sistemas de seguridad en nuestras oficinas pero era un auténtico pelmazo con su teléfono móvil, allí donde iba le hacía foto, incluso a la cosa más absurda que se encontraba, la colgaba en Instagram y luego lo llamaba arte.

Durante el trayecto hizo fotos a la caravana de coches y al accidente, la montaña de Montserrat la fotografió por todos los lados inimaginables, durante el trayecto del cremallera hacia fotos a cada 20 metros, cada piedra, cada montículo, árbol o arbusto.

Sin mediar palabra y agobiado no sólo por el calor sino también de su frenesí me encaminé a la enorme cola que se había hecho en el lateral del santuario, la cola llegaba hasta la enorme plaza que había a varios metros de la entrada principal. Sabía que estaríamos un buen rato esperando, unas dos horas aproximadamente, subiríamos por la parte derecha del altar y girando a la izquierda veríamos a La Moreneta, la virgen de Montserrat, una pequeña figura románica de madera datada del Siglo XII, cuya representación es la Virgen con el niño Jesús sentado en su regazo, su mano derecha está sosteniendo a una esfera representando el universo y en la otra mano sostiene una piña, motivo que representa la fecundidad y la vida perenne, el niño en cambio tiene la mano derecha levantada en señal de bendición. Debido al gran simbolismo que tiene esa talla está protegida por un cristal cilíndrico donde sólo la parte de la bola está al descubierto para que los feligreses la puedan tocar o incluso a besar. Mientras mi turista le hacía fotos a cualquier cosa animada o inanimada yo planeaba el día, dos horas haciendo cola, le hace fotos a la virgen, pone una vela, comemos, cogemos el cremallera de regreso, el coche y de nuevo dirección Barcelona y el resto de día libre.

– ¿Dónde estamos? – me dijo con un buen acento en español

– Estamos en Montserrat, vamos a ver a la virgen, es algo que como ves es de obligada visita. No te imagines a una figura grande sino es más bien pequeña y lo curioso es que la virgen es negra, pero no es porque… – y allí me detuve, mi amigo americano poco le importaba la historia de la Santa, me dio la espalda y se puso a hacer fotos a unas figuras de piedra que había en la pared. – bueno, si deseas saber más busca en la Wikipedia. – dije en voz baja.

La cola avanzaba muy lentamente, pensé «¿pero qué demonios estará haciendo la gente delante de la virgen? ¿rezando un Rosario?» Visualicé mentalmente a mi amigo, pidiéndome como siempre que le hiciera una foto posando delante de la virgen, abrazándola, besándola, poniéndole caras, imitándola… Aparté esos pensamientos, no quería agobiarme antes de tiempo, lo que debía de llegar ya llegaría.

Una vez dentro, mi turista se quedó asombrado, su ansioso dedo no paraba de tocar la pantalla de su teléfono en un clímax apocalíptico, como si tuviera que plasmar todo lo que veía en cuestión de segundos sino aquello que fotografiaba iba a desaparecer. Al cabo de pocos minutos se acerca triste y me dice que no tiene cobertura para seguir subiendo más fotos y yo me digo a mí mismo «eso es una obra de Dios».

Una vez que el americano había hecho todas las fotos a los cuadros, santos o decoración que había en cada cubículo, le hacía fotos a las suecas, alemanas o italianas que había haciendo en la cola, no quise imaginar qué haría con esas fotos.

Empezamos a subir las escaleras, ya llevábamos más de una hora haciendo cola, en silencio y algo desesperados por el aburrimiento, todos menos mi turista que estaba excitado hasta el extremo sobretodo cada vez que entrábamos en una zona nueva a fotografiar.

A pocos metros del último tramo de escaleras, que te llevan directo al espacio donde esta ubicada La Moreneta había dos ventanales abiertos, mis pupilas se cerraron por la intensa luz que entraba en el recinto pero a mi turista se le abrieron por completo, una ventana al mundo exterior donde podría seguir enviando sus fotos, corrió hacia allí y acercando el teléfono a la ventana empezó a enviar las 200 fotos que había hecho en algo más de una hora.

En pocos minutos ya estábamos casi al pie de la virgen, el americano dejó de enviar fotos y vino corriendo a mi avanzando a varios feligreses y turistas que hacían cola tras de mi. Desde ese punto ya se podía ver a la Virgen, sólo 4 personas nos separaban de la joya de la corona de Montserrat, cuatro personas, tres, dos, mientras, mi amigo americano hacía fotos a las paredes. Ya éramos los siguientes, me acerqué a ella, toqué la esfera con mi mano y dejé espacio para que mi turista pudiera hacer todas las fotos que quisiera, pero fue tal mi sorpresa que lo vi de espaldas a la Moreneta fotografiando la iglesia desde ese punto de vista, se acerca a mi y me dice “ya está, vámonos”, a la que yo le pregunto “¿Y la Moreneta?” y con cara de pasividad responde “no me interesa”.

En esos momento un fuerte crujido irrumpió el pequeño habitáculo, provenía de la talla románica, la protección de cristal se había hecho añicos. Los que estábamos allí nos quedamos petrificados, todo lo contrario que la Moreneta, cuyo brazo derecho que sostenía la bola se separó del cuerpo, retrocedió la mano y lanzó su bola de color dorado directamente a la cabeza del turista americano. Yo apenas pude reaccionar pero pude oír varios gritos de terror que provenían de la cola, de reojo pude ver a varios que salían corriendo del pequeño altar hecho para la Virgen, me giré y vi a cámara lenta al americano como abría de par en par los ojos ante la sorpresa al escuchar el estruendo al romperse la protección de cristal y de los gritos que provenían de su espalda. La bola que la Moreneta había lanzado daba de lleno en su cabeza haciendo que su mano derecha se abriera dejando a su teléfono inteligente libre para que pudiera salir en dirección contraria a la Moreneta, con una trayectoria en hipérbole, volando por encima del altar, impactando en el suelo y desparramando todas sus entrañas por el pasillo central del santuario, una leve sonrisa se dibujó en mi cara, luego me giré de nuevo para ver a la Moreneta y estaba en su posición original sin su bola que seguía rodando dirigiéndose al portón principal de la capilla.

Días después de ese acontecimiento me encerraron en una residencia psiquiátrica, nadie se atrevió a declarar ante la policía ni el propio americano alegando que había perdido la memoria tras el impacto, la prensa apenas se hizo eco, lo único que salió publicado hablaba de un desquiciado guía turístico que había roto el cristal de la Moreneta, había arrancado la esfera y se la había tirado a la cabeza a un turista americano, quizás ese guía desquiciado se refería a mí, pero yo se muy bien lo que pasó, ese teléfono murió.

Foto: Enzo. Wikipedia

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