Artículo publicado en el anterior blog en 2019
Mucho se ha hablado de si es bueno o malo el multiculturalismo y más ahora después del atentado terrorista en Nueva Zelanda. Algunos tachan este multiculturalismo de forma despectiva como un «retroceso», el perder «nuestras tradiciones» e implementar las de fuera, normalmente calificadas como «inferiores», el llamado «gran reemplazo», la teoría supremacista que afirma que Europa está siendo sistemáticamente reemplazada con pueblos no europeos, pero lo que desconocen o ignoran es que su vida y todo lo que les rodea proviene del multiculturalismo, muchas de estas tradiciones han sido introducidas hace cientos o incluso miles de años y se han convertido en tradiciones que nos identifican como parte de nuestro colectivo europeo, por ejemplo, muchas de las tradiciones religiosas provienen de celebraciones paganas.
Como Europeos ignoramos que más de la mitad de la población mundial es asiática, con sociedades incluso más antiguas que las llamadas «sociedades europeas». Es absurdo decir que nuestra cultura es superior cuando ignoramos al resto de las culturas y ni tan siquiera informarnos de su historia y de sus tradiciones.
Una solución a este gran mal de infravalorar el multiculturalismo es viajar, pero no viajar de una forma estéril, sino de una forma immersiva, dejando a un lado nuestros estereotipos y descubriendo nuevas experiencias que van a enriquecernos como personas.
La otra forma que es la que he escogido yo, emigrar a otro país. En mi caso ha sido Suecia, que aunque su cultura pueda parecer bastante parecida a la española, también tiene sus diferencias, más de las que nos podamos imaginar. Emigrar es un ejercicio más difícil, requiere más trabajo, tiene más riesgos y sacrificios pero con un poco de suerte puede ser una experiencia muy enriquecedora. Muchas veces debemos de dejar a un lado nuestras viejas costumbres e implementar las nuevas del país de acogida y eso nos enseña que no existe una costumbre, cultura o forma de vida correcta o incorrecta, son todas diferentes y todas debemos respetar.
Otra forma de disfrutar del multiculturalismo es convivir con una persona de otra cultura, en mi caso casarme con Chat, mi marido tailandés, ha sido y está siendo la experiencia más enriquecedora de mi vida. No sólo ha sido descubrir el lado humano y único de una persona sino de su cultura en todas sus ramas (religión, música, gastronomía, costumbres,…), somos una pareja multicultural en todo su esplendor, y siendo tan diferentes por fuera, en el fondo somos muy iguales, buscamos ambos un único objetivo, la felicidad y es algo que está por encima del idioma, de la religión, de la cultura o del país donde de forma aleatoria hemos nacido.
Olvidémonos de «el gran reemplazo» porque por mucho que algunos les moleste, todas las sociedades, todas las culturas han evolucionado y lo seguirán haciendo y de forma exponencial mientras existan los humanos. Nos tenemos que hacer a la idea que todos vivimos en un único ecosistema llamado Tierra, viajando a un destino que desconocemos y luchar contra esto es luchar contracorriente.